viernes, 30 de enero de 2009

domingo, 21 de diciembre de 2008

Urusen, una banda de Bath (Por Andrés Verdeguer)

Si ir a Londres tenía algún motivo, además de ver a los amigos, era respirar rock, pop y todo aquello con ellos. Música por aquí y por allí, por todas partes. Más allá de en los bares y enlatada, en directo. Mal fin de semana. Lo bueno o había pasado ya Wof Parade, The Wave Pictures o ya nos pillaba fuera, Billy Bragg.

Había que jugársela. Entre la guía de conciertos que ofrecen los vespertinos gratuitos londinenses, elegir uno. The Volt fue el nombre que nos llamó la atención, por aquello de que empezaba su nombre por el clásico "the". Su lugar de procedencia. Y el nombre de la sala del concierto: The Water Rats Theater. Al llegar a la puerta las noticias eran otras: faltaba media hora para que todo comenzase y que iban a tocar hasta siete bandas.
Decidimos entretenernos en un callejón con una botella de Capitain Morgan para cuatro, y cuando la matamos volvimos a la sala dispuestos a entrar. De The Volt ya no sabría nada más (hasta ahora mismo que me acompañan a través de su myspace). En el momento de entrar, empezaba su concierto otra banda: Urusen, también de Bath y de Londres.

Fue uno de los grandes momentos del viaje. Estos Urusen tiran del folk siguiendo la estela de un grande como Nick Drake y tiene un album precioso titulado One day in june con un diseño similar al Abattoir blues - The Lyre Orpheus de otro Nick, en este caso Cave. El caso es que a través de acústicas, cello, batería, bajo y teclado nos ofrecieron un puñado de buenísimas canciones, de esas que te hacen feliz.

Le dimos las merecidas congratulations al cantante, Peter, le compramos el álbum One day in june y nos lo firmó con un "see you in Valencia", que a ver si es verdad.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Andrew Bird. Sacrilegio consentido… y frío

Recibo un mail en el que mi amigo Nando me dice: “No te lo pierdas, puede ser la ostia”. Y a continuación me suelta un enlace en el que anunciaba que Andrew Bird iba a tocar en la iglesia de St. Giles-In- The Fields en el mismo barrio del Soho (Londres). Y yo que no estoy para gastos extravitales, va y compro dos entradas. Ale. Pero es que mi deuda con Andrew viene de lejos, concretamente cuando, nada más aterrizar en la capital británica intenté asistir a uno de sus conciertos y acabé perdido… Pues bien, la deuda sería saldada y, de paso, saludaría a dios, que también hace mucho que no lo veía…

Era noche de frío polar y bien es sabido que las iglesias del frío tampoco resguardan, pero esperábamos que el calor de un buen directo nos hiciera olvidar las tiritonas. La puerta ya anunciaba malas nuevas y el sagrado recinto exhortaba la prohibición del consumo de bebidas y la existencia de un solo baño para las alrededor de 400 personas que allí nos íbamos a dar cita. Como el templo era protestante, tuve la tentación de protestar, pero me contuve y me porté como un buen feligrés.

La verdad es que la localización era preciosa y, salvo los amplis y los instrumentos que ocupaban el lugar del altar, todo estaba dispuesto para impartir misa; crucifijos, confesionarios, vidrieras, bancos de madera, columnas y techos altísimos y, por supuesto, el frío marmóreo de suelo y cuerpo nos recordarían todo el tiempo que aquello no era una sala de conciertos sino de rezo… Oremos pues.

Antes de Andrew (llegamos a mitad) un trío de pop clásico nos sorprendió por lo precioso de sus melodías. Teclado, batería (escobillas en lugar de baquetas), acústica y bajo, fue la alineación de una banda tímida pero con clase, que liderada por voz femenina -recordó a The Corrs en su timbre- regaló las primeras sonrisas y merecida ovación. Goldfrap o Autour de Lucie, por citar algunos nombres conocidos que se nos vinieron a la mente. Dear Reader se llaman y el nombre lo recuerdo porque tuvieron a bien regalar su compacto; así que os lo copio y seguimos.

Para cuando salió Andrew ya todos estábamos ubicados y expectantes. Bufanda y pelo desaliñado, a su disposición únicamente habían dos micros, un violín, guitarra eléctrica y, en el suelo, algunos pedales. De banda de acompañamiento, ni rastro.

Ya de primeras quiso reivindicar su apellido y a la facilidad y habilidad del silbido fue añadiendo melodías clásicas de violín que el mismo se iba grabando. Son sin duda, su pico y su violín, los instrumentos donde es un maestro, un prodigioso; y con ellos llevó el peso de una actuación que comenzó, torero, descalzándose… Así luego, controlaría el volumen de amplis y pedales con los dedos de los pies; un efectismo con algo de pose, pero que gustó al respetable.

Poco a poco, entre canción y canción, fue quebrando sus timidez para ganarse a un público con aspecto de cultureta que en realidad, ya antes de comenzar, tenía encandilado. Y como era un concierto para seguidores acérrimos de Bird y en un paraje especial, también fue, para bien y para mal, diferente la actuación. Y es que, aunque la guitarra (con la que tiene menos maña) hizo acto de presencia, fue este un concierto que se acercó más al clásico y al jazz que al pop. Incluso fue difícil reconocer una versión de “Pasticities” que el artista tocó por en medio.

Un deleite para los oídos que si tuvo peros (los tuvo), fueron la excesiva mansedumbre para aquellos que como yo tiene más adaptados los sentidos al pop y al rock que a la música de cámara y un bis que, tras hora y diez minutos de actuación y con la iglesia puesta en pie, nunca llegó.

domingo, 23 de noviembre de 2008

The Black Keys. Bombas de blues y rock sobre Brixton Academy

Voy a ser sincero. Mi primera opción no era ver a The Black Keys sino a My Morning Jacket, pero la cancelación de la gira europea de mis predilectos no mermó mi ansia de música en directo y mi curiosidad por conocer la Brixton Academy y, sobre todo, como sonarían esos dos tipos que bajo el nombre de “Las llaves negras” parece ser (yo nos los conocía mucho) que la liaban cosa fina sobre el escenario.
Ya desde que bajamos en Brixton, los reventas (omnipresentes en todo concierto londinense. Nunca se preocupen si se han quedado sin entrada: siempre habrá fácil oportunidad de hacerse con una el día del concierto) y los modernos con lata de cerveza tamaño pinta en mano, nos indicaron el camino hacia la sala. Llamativa e imponente por fuera (pinta de teatro, otra vez), por dentro se mostró amplia (unas 2 mil personas) y empinada (el suelo está en pendiente y esta es pronunciada, la verdad. De hecho hay, como en las gradas futboleras, vallas anti-avalancha). Decoración extraña y amplio escenario, a Mina le recordó a un inmenso portal de Belén…y el ejemplo no era malo.

Y era cierto, los de Ohio son solo dos: Dan Auerbach (barba, guitarra y voz) y Patrick Carney (desgarbado, delgado y batería); eso sí, el volumen que reproducen es equivalente al de un bombardeo aéreo (perdónenme el símil, estuve ayer en el Imperial War Museum). Con amplificadores y altavoces a todo volumen -a veces eran dolientes- se desarrolló una actuación enmarañada, por complicada, en la que fue difícil reconocer donde acababa una canción y comenzaba otra; al menos para mi; parece que no para el enfervorecido contingente de jóvenes trendies que ocupaban las primeras filas.
www.myspace.com/theblackkeys

De la deconstrucción lo-fi del blues, el rock, el al-country y hasta el metal, se sirvió un directo que impactó, y mucho, porque uno pocas veces había visto algo tan visceral y sudoroso sobre el escenario. Una puesta en escena que se posicionaría entre la rocosa elegancia de White Stripes y el la desgarradora presencia de ZZ Top (Con barba y todo).

Una actuación que se conformó de extensas canciones -en varias ocasiones superaban los 7 minutos-, donde frenazos, acelerones y solos instrumentales se plegaban al servicio de la versatilidad y variabilidad de registros de Auerbach con la guitarra y la potencia (se cargó como 6 baquetas) y habilidad de Carney a la batería. En definitiva, poco más de hora y media de ejercicios físico-sonoros de alto potencial en la que se aniquiló (a sabiendas) la melodía y la repetición del pop. Impactante, gozable… pero a veces cargante. Tal vez si hubiera estado My Morning Jacket…
PD_Antes, sólo llegamos a un par de temas del grupo que abrió la velada pero nos gusto mucho lo que vimos. Se llamaba The Liam Finn y se trataba de un rock experimental divertido, loco y pegadizo. El mismo artista tocaba la guitarra (se la grababa con un pedal) y la batería en una misma canción… Habrá que seguirlo:


jueves, 13 de noviembre de 2008

Fleet Foxes. Artificios vocales

Era una noche especial por muchos motivos. Ahí afuera, en las calles de la Pérfida Albión, a los londinenses les daba por disparar fuegos artificiales para celebrar que el 5 de noviembre de 1605 un tal Guy Fawkes (Bonfire Night) no había conseguido saltar por los aires el Parlamento inglés. De todos modos, nosotros estábamos a cubierto de los pertados y el frío en el Shepherds Bush Empire, sin duda alguna, un teatro de aforo, sonido y decoración victoriana (incluido un coño en el techo), perfectos.


Aun así, el corazón y la cabeza de todos se encontraban a miles de kilómetros de allí, en EEUU; donde la gente también se echaba a las plazas y a los bulevares gritando la victoria de Obama y -lo que es más importane- el fin de Bush Jr. Pero nosotros teníamos nuestro cacho de Norteamérica para celebrarlo como más nos gusta, en concierto. Concretamente un trozo de Seattle que bajo el nombre de Fleet Foxes, y con un solo disco, ha emocionado, como Barack, a más de uno. Un disco que aquí, en el Reino Unido, ha vuelto loco a medios y público. Preparense, pues, a verlo en el cartel de los festivales de relevancia.

Y cierto es que hubo menciones a las elecciones durante el concierto (“Pueden imaginar si McCain y Palin hubieran ganado? sería como una película de terror”, dijo Robin Pecknold, forntman, en un momento de la actuación), pero al final la música pudo con todo.

Antes, y esto no suele pasar, el batería del grupo, Josh Tillman, hizo de telonero; pero esta vez había cambiado las baquetas por una guitarra acústica y, recordando a Nick Drake, deshojó algunas agradables canciones. No pasaron de agradables porque era imposible escucharlas con nitidez ya que el publico inglés también suele ser muy maleducado ante los teloneros acústicos (mira, como en Valencia).

El comienzo del repertorio de Fleet Foxes fue de lo más emocionante, recordable. Unicamente jugando con sus voces más de 1 minuto, los cinco miembros del grupo dieron paso a los instrumentos para presentarnos “White Winter Hymnal”…piel de gallina cuando entraron las guitarras y esa percusión con eco. Parecido juego de emociones nos regalaron con “Sun it Rises”.

Y es que si bien las guitarras y el teclado son importantes en la banda, sin duda que las estratagemas corales son el alma mater del grupo. Así lo hizo ver el propio Robin Pecknold interpretando a solas con su guitarra, su imponente barba y brutal voz, temas como “Oliver James” o “Tiger mountain peasant song”.
En definitiva, una amable cobinación de cantos mediavales, country y pop (“He soesn’t know why” podria ser de Beach Boys) que en directo tiene momentos de máxima realización y expansión pulmomar como “Ragged Wood”, “Your Protector” o “Blue Ridge Mountains”.

Tal vez el concierto funcionó porque fue corto y sólo tienen un disco; tal vez a ese disco (que a veces se hace un poco espeso en sus escucha) gane mucho en directo; tal vez el álbum haya tenido mas transcendencia de la que merece –yo antes me quedo con coetáneos de su sonido como Band Of Horses-. Sólo tal vez; lo veremos.

Lo que sí es cierto, es que esa noche había fuegos artificiales en cielo cuando salí de la sala y los motivos de celebración eran muchos.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Mogwai. Un vuelo agotador

Hablar de un concierto de Mogwai es hablar de sensaciones astrales, de latidos al borde de la arrítmia, de percepciones extraterrestres, de procesos mentales… Tal vez por ello sea tan difícil escribir sobre ello y, sin embargo, tan sencillo engancharse a la droga que despiden sus malditas e incomprensibles composiciones.

Había tenido la oportunidad de verlos anteriormente dos veces en España (FRA 2005 y Summercase 2008), pero siempre en espacios abiertos y nunca con la concentración y sobriedad que merecen. El Hammersmith Apollo de Londres era el lugar idóneo y la presentación de su último disco, The Howk is Howling, la ocasión pintada y calva (como el bestia de Stuart Braithwaite).
El impresionante teatro londinense hasta los topes, se mascaba que allí iba a suceder algo gordo. Largas colas para mear la cerveza que no dejaba de consumirse mientras, en los prolegómenos, unos más que interesantes Errors se deshacían sin problemas de las adversidades del telonero. Se diría que son sobrinos de los propios Mogwai ya que provienen de la misma ciudad, Glasgow, y gustan de transportar al personal a otros mundos a base de indie instrumental. Pero claro, son más jovenzuelos y a las guitarras han añadido un componente de dance electrónico muy pegadizo.
www.myspace.com/weareerrors

Para cuando se plantaron en el escenario las estrellas de la noche, ya no había colas que valieran, la expectación era máxima. Cuatro monitores de gran tamaño para los músicos avisaron de que aquello iba a ser atronador. Primeros baquetazos de Martin Bulloch directos al corazón (que él tiene muy delicado, por cierto; lleva marcapasos) y, ahora sí, los amplificadores por las nubes.

En seguida llegó “Friend Of The Night” (Mr. Beast) y aquello ya se había convertido en una trampa vital que invitaba a la masturbación del sentido del oído. La vista también era regalada con imágenes alucinadas, rayos de colores y efectos estroboscópicos que ayudaban a la hipnosis sonora.

Riffs pegadizos, el bajo eléctrico y potente hasta extremos metaleros y pedales evocadores de espirales ruidosas dignas, por volumen y complicación, de My Bloody Valentine se amotinaron sobre el aire del inmenso teatro británico. Tan sensible y frágil al comenzar, como atronador y molesto al finalizar.

En un concierto donde la mayoría de los temas pertenecieron a The Hawk is Hawking (“I Love You, I'm Going To Blow Up Your School“, “Bacat“, “Scotland's Shame” o “I'm Jim Morrison, I'm Dead”), también hubo cabida para los que, hasta el momento, siguen siendo los mejores trabajos de los escoceses: Young Team (“Like Herod”) y Rock Action (“2 Rights Make 1 Wrong”); y su llegada se celebró por todo lo alto. Si me preguntan, yo eché de menos “The Sun smells too laud”, me parece un temón de lo último.

Dos horas de concierto en las que mis compañeros de patio de butacas y yo (los de abajo se habían olvidado de tener piernas, volaban), tuvimos que agarrarnos fuerte a los reposabrazos y no nos abrochamos el cinturón porque no había. Aquello temblaba, parecía un avión pasando por una nube de turbulencias eléctricas. Al terminar -era viernes- estábamos agotados, como tras un largo y duro viaje. Decidimos no salir.
www.myspace.com/mogwai


viernes, 24 de octubre de 2008

Diferentes caras del ruido (Capítulo II: ruido made in USA)

El otro grupo del que os vengo a hablar, no coincidió ni en día, ni en sala, ni en estilo...Y, por si lo de antes fuera poco, estos me gustaron más.

No pensaba salir, no tenía dinero; pero vino un amigo de Cádiz (por cierto se llama Diego Pozo y es el lider de Homeless, banda de noise pop, emergente y recommendable: www.myspace.com/homelessnoise) y nos entró, gratis, Sergio.

Sergio es uno de esas gentes que conoces casualmente en un concierto y que, desde el principio hay una conexión no explicable, un cariño. Es argentino y se encarga de sonorizar la sala Metro-Blow Up y Madmame Jo Jo los martes noche. Un tío de puta madre caído del cielo que, además, me entra a conciertos por la patilla. De la invitacion de esa noche le estaré eternamente agradecido...Esa noche era en Metro (19-23, Oxford Street).
http://www.blowupmetro.com/

"Toca un grupo Americano, es de puta madre", me dijo. No me lo pensé y conmigo arrastré los gaditanos (mi novia y Diego) que, por sus caras al finalizar, también agradecieron el gesto.

Wikipedia nos dice que Apollo Sunshine es un grupo de Andover (Massachusetts) que lleva en marcha desde el 2000; pero yo os digo que son un trío de barbudos desaliñados que visten y aparentan tan delgados y araposos que rozan lo moderno; os dire también que perpetran perfectas melodías pop y que ellos mismos se ocupan de dinamitarlas con unos finales ruidosos y psicoldélicos propios de unos genios al borde de la locura; os contaré que pueden parecer un grupo de alt-country al estilo de Band Of Horses, My Morning Jacket o Fleet Foxes pero, a diferencia de los anteriores, cierran sus temas con finales trepidantes de ruido y perversión sonora.

Una sola guitarra e incontables pedales a sus pies, bastan para alcanzar el éxtasis. Una pildora directa al centro del cerebro que por fuera se reviste de inofensivo folk-rock, pero que contiene sustancias electrónicas, psicodélicas y experimentales.
www.myspace.com/apollosunshine

Os digo que aquello fue maravilloso ruido, esos sí, a la americana.