sábado, 1 de noviembre de 2008

Mogwai. Un vuelo agotador

Hablar de un concierto de Mogwai es hablar de sensaciones astrales, de latidos al borde de la arrítmia, de percepciones extraterrestres, de procesos mentales… Tal vez por ello sea tan difícil escribir sobre ello y, sin embargo, tan sencillo engancharse a la droga que despiden sus malditas e incomprensibles composiciones.

Había tenido la oportunidad de verlos anteriormente dos veces en España (FRA 2005 y Summercase 2008), pero siempre en espacios abiertos y nunca con la concentración y sobriedad que merecen. El Hammersmith Apollo de Londres era el lugar idóneo y la presentación de su último disco, The Howk is Howling, la ocasión pintada y calva (como el bestia de Stuart Braithwaite).
El impresionante teatro londinense hasta los topes, se mascaba que allí iba a suceder algo gordo. Largas colas para mear la cerveza que no dejaba de consumirse mientras, en los prolegómenos, unos más que interesantes Errors se deshacían sin problemas de las adversidades del telonero. Se diría que son sobrinos de los propios Mogwai ya que provienen de la misma ciudad, Glasgow, y gustan de transportar al personal a otros mundos a base de indie instrumental. Pero claro, son más jovenzuelos y a las guitarras han añadido un componente de dance electrónico muy pegadizo.
www.myspace.com/weareerrors

Para cuando se plantaron en el escenario las estrellas de la noche, ya no había colas que valieran, la expectación era máxima. Cuatro monitores de gran tamaño para los músicos avisaron de que aquello iba a ser atronador. Primeros baquetazos de Martin Bulloch directos al corazón (que él tiene muy delicado, por cierto; lleva marcapasos) y, ahora sí, los amplificadores por las nubes.

En seguida llegó “Friend Of The Night” (Mr. Beast) y aquello ya se había convertido en una trampa vital que invitaba a la masturbación del sentido del oído. La vista también era regalada con imágenes alucinadas, rayos de colores y efectos estroboscópicos que ayudaban a la hipnosis sonora.

Riffs pegadizos, el bajo eléctrico y potente hasta extremos metaleros y pedales evocadores de espirales ruidosas dignas, por volumen y complicación, de My Bloody Valentine se amotinaron sobre el aire del inmenso teatro británico. Tan sensible y frágil al comenzar, como atronador y molesto al finalizar.

En un concierto donde la mayoría de los temas pertenecieron a The Hawk is Hawking (“I Love You, I'm Going To Blow Up Your School“, “Bacat“, “Scotland's Shame” o “I'm Jim Morrison, I'm Dead”), también hubo cabida para los que, hasta el momento, siguen siendo los mejores trabajos de los escoceses: Young Team (“Like Herod”) y Rock Action (“2 Rights Make 1 Wrong”); y su llegada se celebró por todo lo alto. Si me preguntan, yo eché de menos “The Sun smells too laud”, me parece un temón de lo último.

Dos horas de concierto en las que mis compañeros de patio de butacas y yo (los de abajo se habían olvidado de tener piernas, volaban), tuvimos que agarrarnos fuerte a los reposabrazos y no nos abrochamos el cinturón porque no había. Aquello temblaba, parecía un avión pasando por una nube de turbulencias eléctricas. Al terminar -era viernes- estábamos agotados, como tras un largo y duro viaje. Decidimos no salir.
www.myspace.com/mogwai


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